En este raro invierno de 2016, además de experimentar anomalías climatológicas que han mantenido las temperaturas considerablemente más elevadas de lo que habitualmente conocemos, también soportamos una perniciosa sequía arrastrada desde la escasez de lluvia del año anterior; y encima sumamos la preocupación de sufrir la codicia invasora de unos gestores públicos, que llamándose políticos ensucian la necesaria función de la política en el término más noble de su acepción como instrumento que articule una justa y correcta organización social donde los avances técnicos sirvan a la humanidad para hacer un mundo mejor para todos.
Sin embargo, estas personas que cobran muy buenos sueldos, además de multitud de privilegios, gracias al favor y a la confianza que los ciudadanos han puesto en ellos a través de la libre y legítima elección del voto, se arrogan el derecho de posesión del territorio que les ha sido asignado por el Pueblo para representarlo, defenderlo, preservarlo, mejorarlo y rentabilizarlo de modo que se fomente la calidad de vida y el bienestar para todos.